lunes, 4 de octubre de 2010

La misma esencia divina

Llevamos muy poco tiempo habitando en el Universo. Si la vida del Universo fuera como la de una persona, la existencia de la humanidad sería menos que el destello de un rayo. La vida de una persona es mucho más breve. Es un rayo dentro de un rayo. Temporalmente somos muy poco. No debemos olvidarlo.
Desconocemos por qué estamos en este mundo y qué sentido tiene la vida. La realidad es que nadie lo sabe. Muchas personas, muchos sistemas de ideas, muchas religiones lo intentan explicar. Pero la verdad es que no se sabe. Hay que admitir que hay preguntas que no se pueden responder: esta extraña cualidad pertenece a la condición humana.
El ser humano siempre ha buscado a Dios y ha querido hacerlo como a él mismo. Es una reacción ante lo desconocido, ante fuerzas superiores a él, frente a la muerte y frente a preguntas sin respuesta. La realidad es que todos somos un poco de Dios.
Una gota de agua de mar tiene las mismas cualidades que todo el océano. Dios es el mar y nosotros la gota. En consecuencia; Dios, tu persona y los demás somos lo mismo. Aún se puede decir más: Dios, el Universo y tu persona son la misma cosa a diferente escala. Todos tenemos la misma esencia divina, pero no lo percibimos. Es necesario sentir esa idea.

domingo, 12 de septiembre de 2010

El amor

El Amor comienza con un destello de simpatía, se substancializa con la fuerza del cariño y se sintetiza en adoración.
Un matrimonio perfecto es la unión de dos seres; uno que ama más, otro que ama mejor.
El Amor es la mejor religión asequible. Hermes Trismegisto, el Tres veces grande Dios Ibis de Toth, escribió en la Tabla de Esmeralda la siguiente frase: "Te doy Amor en el cual está contenido todo el sumum de la sabiduría". Y realmente el Amor en si mismo es el extracto de toda sapiencia, pues escrito está que la sabiduría en última síntesis se resume en amor, y el amor en felicidad. Cuando el ser humano está enamorado, se torna noble, caritativo, servicial, filantrópico. Se encuentra en estado de "extasis". Si se haya ausente del ser que adora, bastaría un simple pañuelito, o un retrato, o un anillo, o cualquier recuerdo para entrar en estado de "extasis". Así es el Amor.
El Amor es una efusión, una emanación energética que fluye desde lo más hondo de la conciencia. Es, dijéramos, un sentido superlativo de la conciencia. La energía cósmica que fluye del fondo de nuestro corazón estimula a las glándulas endocrinas de nuestro organismo, las pone a trabajar. Entonces, muchas hormonas son producidas, y ellas inundan los canales sanguíneos y nos llenan de una gran vitalidad. En la Grecia antigua, la palabra 'hormona' significa "ansia de ser, fuerza de ser". Observemos a un anciano decrépito, bastaría ponerlo en contacto con la mujer, bastaría que estuviese enamorado, para que místicamente se exaltara, entonces sus glándulas endocrinas producirían abundantes hormonas que inundando los canales sanguíneos los revitalizarían extraordinariamente. Así es el Amor.
El Amor revitaliza, el Amor despierta en nosotros innatos poderes del Ser. Cuando verdaderamente se está enamorado, se torna el ser humano intuitivo, místico, en tales instantes presiente lo que en un futuro le ha de suceder, y muchas veces exclama: "Me parece que esto es un sueño, me temo que más tarde tú habrás de encontrar a otra persona en tu camino". Tales presentimientos intuitivos, a través del tiempo y de la distancia, se cumplen exactamente. Así es el Amor.
En Europa -también en los Estados Unidos- existe una orden maravillosa, quiero referirme a la Orden del Cisne, tal institución analiza científicamente los diversos procesos de eso que se llama Amor. En la India, el Amor siempre ha sido simbolizado por el Cisne Khala Hamsa, el cual flota maravillosamente sobre las aguas de la vida. Realmente el Cisne alegoriza en forma enfática las dichas inefables del Amor. Así, observemos un lago cristalino donde una pareja de cisnes se desliza sobre las purísimas aguas donde se refleja el cielo, cuando uno de la pareja muere, el otro sucumbe de tristeza. Y es que el Amor se alimenta con Amor. Amar, cuán grande es amar. Solamente las grandes almas pueden y saben amar, así dijo un gran pensador.
Observemos a las estrellas girando alrededor de sus centros de gravitación universal, se atraen y repelen, de acuerdo con "La Ley de Imantación Cósmica". Se aman, y se vuelven nuevamente a amar. Muchas veces se ha visto que los mundos se acercan, que resplandecen, brillan en el firmamento de la noche estrellada, de pronto algo sucede, "¡una colisión de planetas!" exclaman los astrónomos desde sus torres maravillosas... ... ... Amor, sí, se han acercado demasiado, se han fusionado sus masas, se han integrado con la fuerza del cariño, se han convertido en una nueva masa... he ahí el milagro del Amor en el firmamento.
Observemos nosotros a la flor, los átomos de las moléculas en la perfumada rosa de ambrosía bañada por los rayos de la luna en la noche estrellada a la orilla de la fuente cristalina nos hablan de Amor. Giran esos átomos alrededor de sus respectivos centros nucleares, obviamente la molécula en sí misma es un sistema solar en miniatura. ¿Por qué los átomos allí giran alrededor de su centro de gravitación como los planetas alrededor del sol? Atraídos por esa fuerza maravillosa que se llama Amor...
Escrito está que si todos los seres humanos sin diferencia de raza, sexo, casta o color, abandonaran siquiera por un minuto sus resentimientos, sus venganzas, sus guerras, sus odios, y se amaran entrañablemente, hasta el veneno de las víboras desaparecería. Y es que el Amor es una fuerza cósmica, una fuerza que surge del vórtice de todo núcleo atómico, una fuerza que surge del vórtice de cualquier sistema solar, una fuerza que surge del centro de cualquier galaxia, una fuerza extraordinaria que debidamente utilizada puede realizar prodigios y maravillas como aquellos que realizara el divino Jesús de Nazaret a su paso por la tierra. Así es el Amor.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Mario Roso de Luna

Roso de Luna es un teósofo que me merece positivo respeto como persona de hondo pensar y de mucha ciencia, y estoy seguro de tener sobradas razones para decir que el autor de En el Umbral del Misterio, al modo de los ígneos cuerpos de las regiones estelares, brilla en el cielo de la teosofía con luz propia, con la potente luz de una inteligencia que en sí guarda la inextinguible lumbre de una poderosísima intuición.
Cuando Roso de Luna llamó a las puertas de la Sociedad Teosófica, ésta pudo sentir la más legítima de las satisfacciones. Demandábale el paso un hombre de ciencia, un sereno y original contemplador de las verdades universales, un teósofo iniciado, no por las rapsódicas enseñanzas de cualquier propagador de más o menos teosófico fuste, sino por la iluminación del espíritu, por la luz que en la mente engendra la alta reflexión de los misterios del Universo, cuando asciende a las ignotas regiones de lo infinito, pidiendo fuerza a la inspiración del genio, y alas a la lógica y al saber.
Como el gran matemático Wronski, Roso de Luna, profundo conocedor de la ciencia de la cantidad, elévase desde este campo al de las más altas concepciones de la Metafísica del Ocultismo; como los ilustres Zoëllner, Gauss, Helmoltz, Lobatschewsky, Riemann y Spotiswoode, el estudio del Álgebra y de la Geometría le lleva al de la cuarta dimensión de los cuerpos y otras sucesivas, y así Roso de Luna halla una feliz demostración de los diversos planos de la existencia substancial, demostración matemática de un valor definitivo, que nunca los teósofos le podrán agradecer bastante; como el renombrado Crookes, aplica a la física el estudio de las seriaciones numéricas, y halla formada por la naturaleza misma la prodigiosa pauta de fuerzas conocidas y de lugares de la serie que corresponden a las ignoradas; estableciendo una elocuente identidad entre lo que la ciencia ya sabe y entre lo que la doctrina esotérica descubre; como los ilustres químicos Wendt y Mendeleef, pide al número y a la serie, el gran misterio de la unidad de la materia, y al hallarle, redime a los alquimistas, con elocuentes razonamientos, de un injustificado desdén; como astrónomo, el autor de En el Umbral del Misterio, que goza de una reputación bien
merecida y es descubridor de un cometa que lleva su nombre, establece las bases de una científica explicación del origen y desarrollo de los mundos, donde impera el criterio del Ocultismo, y como antropólogo y arqueólogo halla en ciertas piedras de Extremadura (España) curiosísimas revelaciones, legadas por una remotísima antigüedad en raros monumentos jeroglíficos y paleográficos, donde, por el análisis de hábiles cronologías sidéreas, Roso de Luna descubre el testimonio histórico de la Humanidad que pobló el famoso continente de la Atlántida.
Sí, puedo asegurarlo. Roso de Luna obtuvo esa iniciación en los más altos misterios de la ciencia por esfuerzo propio, antes de que a nadie oyera hablar de la Teosofía ni del Ocultismo; y cuando supo lo que predicaban estas doctrinas, cuando leyó algunas publicaciones de esta clase, regocijado por la tan, al parecer, sorprendente coincidencia de opiniones, buscó con ansia a sus desconocidos hermanos en creencias y apresuróse a brindarles su más incondicional adhesión y concurso. Así fue como Roso vino a llamar a las puertas de la Sociedad Teosófica, en España; así fue como Roso se incluyó en las huestes de los teosofistas, y así fue como los teosofistas españoles pudieron incluir en sus cuadros un nombre digno de tanto respeto.
Roso de Luna ha escrito mucho. En su casa albergaba cierta caja donde tenía escondidos sus originales y los periódicos en que se iban publicando fragmentariamente mil análisis y observaciones suyas. Había allí un hermoso caudal, un tesoro de trabajo hecho, que se propuso ir dando a luz en una serie de libros, al que pertenecen En el Umbral del Misterio o uno anterior, titulado Hacia la Gnosis. En el orden de su aparición, les precedía otro editado en París y puesto en francés por el señor Toro y Gisbert, que se titula Evolución Solar y Series Astro–Químicas.
Declaro francamente que ésta es la obra más revolucionaria en el campo de la astronomía que conozco, y que la empresa de atacar en sus propios fundamentos a la teoría cosmológica de Laplace implica una gran convicción y un enorme atrevimiento, que haría vacilar al ánimo más decidido. Cuando la leí, quedé maravillado: nunca pude imaginar que existiesen tan admirables y originalísimas maneras de ascender al conocimiento y comprensión de la vida de los astros, desde el punto de vista del análisis numérico, para crear una astronomía tan nueva (en los países de la cultura occidental) como hermosa y exacta. Y en este libro, donde marchamos de sorpresa en sorpresa, ponen coronamiento a toda admiración dos capítulos finales denominados Nuestras ideas y el mito y Los atlantes de Extremadura, que desentrañan el valor positivo de remotas tradiciones de países y de razas que existieron en el mundo hace muchos, muchísimos miles de siglos.
Pocos meses después de haber aparecido este trabajo, Roso de Luna publicó Hacia la Gnosis, y ¡caso curioso! para tal libro, entre los muchos editores que en Madrid había, sólo la tan bien reputada casa del inteligente y simpático Gregorio Pueyo aceptó con verdadero placer la misión de editar la obra.
Hacia la Gnosis es un conjunto de estudios donde el autor esparce algunas de sus teosóficas ideas, y de tan sencillo modo como con atrayente forma de literaria creación, consigue que resulten agradables y llanamente accesibles temas de ciencia y de filosofía de carácter tan especial como metafísico y abstruso. En el Umbral del Misterio prosíguese la labor comenzada en Hacia la Gnosis, y tanto éste como el otro libro contienen todo un mundo de ideas; pero un mundo novísimo, donde por sucesivas graduaciones la mente pasa, sin esfuerzos ni violencias, del plano de los fenómenos más vulgares de la vida orgánica e inorgánica, al de las fuerzas ignotas y al de los principios de creación que constituyen el gran secreto de la Ciencia Oculta.
La significación de Roso de Luna como teósofo es muy alta; no pocos tropiezos y obstáculos tuvo que vencer, y no pocas rémoras se opusieron al feliz desarrollo de sus proyectos. Pero Roso era un hombre todo voluntad, y llegó a conseguir lo que deseaba.
¿Ayudas…? No lo penséis; no las ha encontrado… ¿Descrédito…? ¡Oh!, eso, constantemente. Y por si no bastaba la terca prevención de los que ni hacen ni dejan hacer, tampoco han faltado los que dicen que la labor de Roso es obra de locura. ¡Es claro…! ¿Cómo no ha de parecer loco quien piense y proceda sin el menor estímulo de personal interés, en estos días en que tanto abundan las opiniones fundadas en el tanto por ciento, o en los fervores de la egolatría…?
Sí; la enorme, la estupenda locura de Roso estaba en la nobleza de corazón que le impelía a ser, desde el primer momento, un gran amigo de cuantos le hablaban, y en sus altos modos de pensar, que le obligan a sacrificarlo todo por la idea. Todos comprendemos que de sobremesa, cuando está bien harto el estómago y libre el espíritu de preocupaciones enojosas, se dediquen unos instantes a hablar de raras teorías, de creencias esotéricas, de amor intenso a la Humanidad y de consagrar lo mejor de la vida a la práctica del bien y al estudio de altas cuestiones; pero si se trata de dejar esas comodidades de la vida, de exponerse a recibir grandes sufrimientos y sinsabores, de perder hasta el propio reposo, por dar un paso hacia la luz en la dolorosa vía de adversidades que el mundo abre a toda idea nueva, entonces los ánimos faltan, los admiradores desaparecen, y sólo los locos quedan, los locos que saben sacrificarse en aras de un purísimo amor a la Verdad y al Bien.

viernes, 3 de septiembre de 2010

La India

La India se localiza entre el Océano y la Himalaya, con montañas altísimas, grandes ríos y numerosos arroyos, en cuyas márgenes abundan toda clase de sabrosos y delicados frutos, canela, ananás, palmeras y vides; en ellos pacen cuantiosos rebaños, y por las vías fluviales llegan de lejanas regiones navegantes que dejan su dinero en cambio de abundantes y variados productos. El valle de Cachemira ostenta, particularmente, innumerables riquezas; el monte Meru es el Olimpo de los dioses, y el Indo, que atraviesa el Punjab, o tierra de los cinco ríos, que a su izquierda desembocan, como a la derecha el Kabul, convierte en delicioso jardín el Delta que en su desembocadura se formó. El Ganges fluye al golfo de Bengala, después de haberse unido al Brahmaputra, cuyos beneficios son tantos, que es adorado como una divinidad. Este y otros muchos ríos facilitan la navegación, y, por lo tanto, el comercio.
La gente es pacífica y benévola como el país, y evita todo daño, no solamente al hombre sí que también a los animales; se alimenta de leche, arroz y frutos; resiste con paciencia las fatigas y la opresión; es aficionada a contemplar y meditar; posee, en fin, una civilización tenaz que resistió a la conquista de los macedonios, de los musulmanes y de los ingleses.
La antigüedad consideró a la India como la cuna de los grandes sabios, pero la conocieron muy poco; Alejandro Magno no pasó de Idaspe, ni los sabios que lo acompañaban entendieron una civilización que tanto se diferenciaba de la helénica. La fantasía, que es la cualidad predominante de aquel pueblo, creó fábulas millones de millones de años ha, poemas inmensos, y monumentos ya exterminados. El año de cada Dios es de 360 años; y cada Dios vive 12.000 años divinos, lo que equivale a 4.520.000 años humanos, o sea un día de Brahma. Cada edad del mundo (calpa) es la vida de un Dios, y se divide en cuatro yugas o épocas, durante las cuales el espíritu creador se aleja cada vez más del vigor primitivo. Por consiguiente, los acontecimientos humanos son cosas demasiado insignificantes para que se tengan en cuenta: no hay historia ninguna; los hechos ciertos de aquel gran país no empiezan hasta mil años después de Cristo, pero los fabulosos fueron estudiados atentamente por los grandes críticos e historiadores.
Son puntos principales de la historia de la India la metempsicosis y la división por castas. Cada alma es una emanación divina degradada, que debe pasar por diferentes existencias, hasta que vuelva purificada a la divinidad. Por esto cada acontecimiento se considera como un castigo o premio de una vida anterior; solo los hijos pueden sufragar por los padres difuntos; se debe respeto a los animales, a las flores y a todo lo creado, porque pueden estar animados por nuestros progenitores. Mientras que no se mata al buey y se fundan hospitales para los perros, el pobre menesteroso es abandonado, como víctima de sus propios pecados; no se teme a la muerte porque es el tránsito a otra vida. En las fiestas de Jagrenat, un enorme carro con este ídolo encima marcha entre músicas y cantos, y los fanáticos se precipitan debajo de las ruedas para hacerse aplastar. Cuando muere un jefe de familia, se quema a sus mujeres en una hoguera.
Toda la filosofía y teología consiste en alejarse de las cosas mundanas, perderse en la esencia infinita y llegar a la aniquilación.
Las castas probablemente se derivan de la yuxtaposición de las diferentes poblaciones, pero los antiguos historiadores dicen que el rey Krisna dividió a los indios en cuatro castas; en la primera, colocó astrólogos, médicos y sacerdotes; en la segunda los magistrados; en la tercera los agricultores; y en la cuarta los artesanos; estas castas toman el nombre de Brahmanes, Chatrias, Vasias y Sudras, quedando prohibida su mezcla. Los Brahmanes conservan la ciencia, depositada en los Vedas, usando riguroso ceremonial; no comen con otras castas; no matan; es delito inexplicable matar a uno de ellos; al que moría le honraban con cantos de los Vedas, lo quemaban después y se echaban al Ganges sus cenizas.
Manú fue legislador de los Chatrias; estos habían de defender el territorio, en donde la naturaleza del clima hacía escaso el valor.
Los Vasias cultivaban los campos y criaban rebaños, y nunca se los hacia abandonar tales ocupaciones, ni siguiera para guerrear; animado era su comercio, y sobre todo por el Ganges importaban arroz, a cambio de especias, piedras preciosas, perlas, incienso, sándalo, metales finos y algodón, con el cual hacían finísimas telas (sindor); procurábanse la seda de la China; y conocieron muy pronto la moneda y las letras de cambio. Con el tráfico se ofrecían ocasiones para
peregrinaciones a los santuarios del Benarés y de Jagrenat.
La casta de los Sudras no podía leer los Vedas, y su mayor vanagloria consistía en servir a un Brahmán, a un negociante o a un guerrero; eran siervos, pero no tan envilecidos como los esclavos; y quizá eran la raza indígena, reducida a la servidumbre, a la llegada de los Arios u otros más fuertes, representados por las dinastías del sol y de la luna.
En último término y aislados vivían los parias, execrados de Dios y destinados a expiar enormes culpas de una vida anterior; ellos sufrían todas las humillaciones; podía matarlos el guerrero a quien se aproximaban; les era negada hasta la simpatía que se tiene a los animales.
Parece que en un principio no se creyó más que en un solo Dios, Brahma, quien se encarnó en los Vedas para revelar la voluntad divina, y siguiose una nueva encarnación de Siva. El bramismo añadió a las fiestas sencillas del principio, orgías, obscenidades y crueles sacrificios. Estos fueron atemperados por Visnú, verbo de Brahma, divinidad activa; de este modo se formó una trinidad (trimurti ) expresada por la palabra oum, de tres letras y una sola sílaba.
La palabra de Brahma está comprendida en los cuatro Vedas, libros inspirados, que parece fueron publicados 1.500 años antes de Jesucristo, ordenados por Viasa, y prohibidos a los profanos. El primero comprende el de los Sastras, es decir, de los grandes cuerpos de la enciclopedia oficial; el segundo contiene en cuatro libros, la medicina, la música, la guerra y las 64 artes mecánicas; en el tercero hay seis libros de ciencias; y en el cuarto los Puranas, cometarios de los Vedas, donde se encuentran sublimes bellezas mezcladas con absurdas extravagancias, y terribles supersticiones. En este se explica la vastísima mitología de que tanto tomaron los griegos, como mucho tomaron también de la filosofía india, dividida en las escuelas Sankia, Niaya, y Vedanta; muy provistas todas de vasta literatura, encaminadas a purificar las almas, de manera que vuelvan a la nada. Su parte práctica se halla contenida en el Darma Sastra, recopilado por Mauri, 12 siglos antes de Jesucristo, y que también conduce al panteísmo.
Buda, Dios en el cielo y santo en la tierra, donde dejó huellas de grandes prodigios y beneficios, predicó una moral tan sabia como austera, la unidad de Dios, la igualdad de los hombres y los cinco mandamientos, que son: no matar a ningún ser viviente, no robar, no fornicar, no mentir y no beber ningún licor que embriague. Todo, empero, quedaba viciado por el panteísmo y por la emigración, creyendo el hombre que podía purificarse gradualmente hasta convertirse en Dios.
Sakia Muni, llamado Buda, tuvo el valor de intentar la abolición de las castas, proclamando la igualdad entre los hombres.
El budismo fue también dividido en muchas sectas; difundiose por el Asia Inferior, pasó al Tibet y a la China, y es hoy una de las religiones que con más sectarios cuenta.
El país estaba divido entre varios reyes, que a menudo luchaban entre sí, despóticos en todo, a excepción de aquello en que se veían paralizados por los Brahmanes, por los privilegios de las castas y por la organización feudal de los gobernadores de provincia. En este país todo está sometido regular e infaliblemente a un sistema determinado, a fin de que no se alteren las costumbres con las conquistas; costumbres que, por el contrario, se comunican a los vencedores.
La benevolencia universal, la tranquila industria y la fácil imitación de las artes son enseñadas a los muchachos; las generaciones se ocupan frecuentemente en solemnidades y obras piadosas; generaciones que, por su infalible división en castas, se hallan en la imposibilidad de progresar; la autoridad prevalece sobre la libertad; son misterios la religión, la cronología, la medicina y la astronomía, por lo cual se sujeta el hombre a la inevitable fatalidad.
Muy espléndida es la literatura india, en la lengua sánscrita es decir perfecta; pues parece que es la madre de la griega y la latina, pero más regular, más sencilla y más rica. La poesía está íntimamente unida a la ciencia, hallándose en verso muchos libros filosóficos y el código de Manú, las cosmogonías y las teofanías; en grandes poemas se canta la encarnación de los dioses. Los poemas más famosos son el Ramayana, que celebra la victoria de Rama, es decir Visnú encarnado en Bavana, príncipe de los demonios; y el Mahabarata, sobre otra encarnación de Visnú, compuesto de 250.000 versos, con algunos episodios muy atractivos. La vida más larga no bastaría para leer todas las poesías épicas, líricas y trágicas de la India.
Muy célebres son también los monumentos artísticos; aún se admiran las inmensas pagodas y las
divinidades de aquel país, pero su extravagancia no vale la belleza griega, para la cual era necesario expresar las ideas más sublimes, no en símbolos, sino en humanas figuras. En la India, la belleza artística está unida al símbolo y a numerosos rituales, y el arte no puede tomar libre desarrollo, por cuanto busca más bien la precisión del emblema que la elegancia de las formas.
En tal estado ha permanecido el arte en la India, siendo el artista mero ejecutor del pensamiento y de la imagen sacerdotal, y trabajando con infinita paciencia y extraordinaria minuciosidad, los basaltos y los pórfiros más duros. Los Griegos fueron los únicos que supieron crear y ejecutar sus obras, aunque no por esto pueda decirse que fuesen los creadores del arte. Este empezó en la cabaña del nómada y del lacustre, quienes dan cierta ornamentación a sus habitaciones y a sus utensilios domésticos; y en las grutas que fueron refugio de los hombres trogloditas, y de que están llenas las regiones de la India.
Sigue la fabricación de enormes peñascos, atribuida a una raza robustísima llamada de los Cíclopes, formando grandes murallas de granito, a menudo groseras y poligonales, y sin cimientos, como lo son los muros de algunas ciudades.
Entre los Indios, este trabajo grosero ha sido reemplazado por el arte y el sentimiento de lo bello, conforme a las creencias y al espectáculo de una naturaleza gigantesca.
Los granitos del Himalaya y de Cachemira, fueron esculpidos sin moverlos, dándoseles la forma de cámaras y templos, y construyéndose hasta las maravillas de las siete pagodas de Mahabalipur, con siete templos, donde todas las paredes estaban adornadas con efigies de divinidades, y escaleras, corredores, pórticos, columnas y numerosas estatuas, todo adherente a la roca. Cerca de Bombay, hay una peña cortada en forma de elefante, por lo cual se da el nombre de Elefanta a una catacumba de 44 metros de ancho por 45 de largo, con siete naves, sostenidas por 54 pilares, de diferente forma y ornamentación, como flores, leones, elefantes, caballos y divinidades. Hállanse muchas otras grutas parecidas a esta, siendo la más notable la de Ellora, en el Decán, en cuyo granito rojo muy duro, hay excavaciones de más de seis millas, con templos, obeliscos, capillas, puertas y estatuas; todo está puesto encima de las espaldas de una hilera de descomunales elefantes. En otras partes, destacándose del suelo, el arte construye templos, labra columnas, coloca obeliscos y ornamentaciones tan finas como los encajes, y centenares de estatuas. Levanta peñas y las dispone armónicamente abiertas a la luz. En el Romesuram, las piedras, alternativamente horizontales y transversales, son cubiertas de esculturas; hállanse muros de cien pies de altura, con un pórtico sostenido por 2.500 pilares de esculturas caprichosas. La pagoda más insigne es la de Chalembrum, de 4.000 años de existencia; se entra en ella por cuatro puertas; cada una de ellas presenta una pirámide de 37 metros de altura, con columnas unidas por medio de una cadena, extraído todo de una misma peña, y con desmesurados colosos, que hacen pensar a Heródoto que Semíramis hizo tallar el monte Bagistán de tal manera que se hallaba representada entre centenares de guerreros.
En las ciencias naturales, poco podían progresar los Indios, puesto que no buscaron más cuestiones que las religiosas. Pero ellos inventaron el ajedrez, el papel de algodón, una esfera armilar, diferente de la ptolomaica, un sistema de trigonometría, el álgebra y las cifras que llamamos arábigas.

domingo, 23 de mayo de 2010

El lenguaje

Poco sabemos de aquellas primeras edades; después de haberse constituido las sociedades, se inventaron las artes y dieron principio las ciencias. No hablo del lenguaje ni de la escritura, puesto que estas invenciones son tan maravillosas, que se piensa que no pudieron ser dadas sino por quien diera al hombre la vida. En efecto, hacer que al sonido de una voz se una tal o cual significado, no arbitrario sino admitido por todo un pueblo, cosa es que no puede obtenerse sino de quien habla ya; y mucho más el formar un discurso entero, no de nombres solos, sino con el verbo, es decir, con la afirmación de la existencia. Por otra parte, en tantos siglos, los animales nunca han refinado su lenguaje, y los leones y los ruiseñores rugen y gorjean hoy como en el paraíso terrenal; ni lanzarán nunca los seres de esta especie más que ininteligibles gritos, y aunque se les enseñe a hablar, no transmitirán la palabra a sus pequeñuelos; el hombre habla do quiera se le encuentra, hasta en los países con los rincones más salvajes, ni en tradición ni en fábula se cuenta que nadie haya inventado la palabra. Y ésta es ya perfecta en todas partes, es decir, basta para expresar todas las ideas. Así, las lenguas más antiguas son las más exquisitas; ningún elemento esencial se les añade, y solo se vuelven más analíticas, mientras las primitivas son muy sintéticas. En varios pueblos salvajes, se encuentra cierta fineza lógica, desconocida de los más cultos; como en el maya y betoy de los americanos hay dos formas de verbos, una que indica el tiempo y otra las relaciones entre el sujeto y el atributo.
Si el lenguaje hubiese sido inventado, cada grupo de hombres, cada familia tendría uno especial, sin relación con el de las otras familias. A veces el lenguaje es una de las bases de la historia de la humanidad, uno de los caracteres de las estirpes, distinguiéndose, según él, las semíticas u orientales y las indo-europeas, y las lenguas monosilábicas como el chino.
Las lenguas son los lazos más sólidos de las naciones, que no se rompen ni por el tiempo, ni por conquista, ni por barbarie. Y la palabra es siempre la idea expresada, como es la palabra pensada la idea; y sin la palabra tal vez no adquiriría el hombre las ideas generales. El lenguaje es la mayor prueba que pueda aducirse contra los materialistas y aquellos que en el hombre no ven más que un mono perfeccionado.

martes, 18 de mayo de 2010

Le habían enseñado a pensar

Sir Ernest Rutherford (1871-1937), presidente de la Real Sociedad Británica y Premio Nóbel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota...
"Hace algún tiempo recibí la llamada de un colega que estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado a un problema de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron entonces pedir arbitraje de alguien imparcial, y el elegido fui yo.
Leí la pregunta del examen y decía: 'Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro'.
El estudiante había respondido: "Lleve el barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio".
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel. Sugerí entonces que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar verdaderamente sus conocimientos de física.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: coja el barómetro y láncelo al suelo desde la azotea del edificio, calcule el tiempo de caída con un cronómetro. Después se aplica la fórmula “altura = 0,5 por A por T2”, y así obtenemos la altura del edificio. En este punto, le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta.
Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Sí, contestó, éste es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo. Aunque si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio. En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo de precesión. En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: 'señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo'.
En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares). Evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.
El estudiante se llamaba Niels Bohr (1885–1962), físico danés, premio Nóbel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica".
(Al margen del personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta historia es que le habían enseñado a pensar. Y es que siempre hay otro camino... incluso muchos.

domingo, 2 de mayo de 2010

Ajedrez

El ajedrez es un juego que cuenta con muchos siglos de existencia, por ese motivo no resulta extraño que a él estén ligadas muchas leyendas cuya veracidad en multitud de ocasiones es difícil de comprobar. Pero para comprender la siguiente leyenda no hace falta saber jugar, baste simplemente conocer que el tablero donde se desarrolla el juego está dividido en sesenta y cuatro escapes o casillas negras y blancas, y dice así: ...
El juego del ajedrez fue inventado en la India. Cuando el rey hindú Cheram lo conoció quedó maravillado de lo ingenioso que era y de la variedad de posiciones que en él eran posibles. Al enterarse que el inventor era uno de sus súbditos, lo mandó llamar con el objeto de recompensarlo personalmente por su acertado juego. El inventor, llamado Seta, que era un sabio vestido con modestia que vivía gracias a los medios que le proporcionaban sus discípulos, presentóse ante el soberano:
--Seta, quiero recompensarte dignamente por el ingenioso juego que has creado, dijo el Rey. (El sabio contestó con una inclinación.) Soy bastante rico como para poder cumplir tu deseo más elevado, continuó diciendo el rey, di la recompensa que te satisfaga y la recibirás. (Seta continuó callado.) No seas tímido, lo animó el monarca, expresa tu deseo, no vacilaré en nada para satisfacerlo.
--Grande es tu magnanimidad, soberano, pero concédeme un corto plazo para meditar la respuesta. Mañana, tras reflexionarlo, te comunicaré mi petición.
Cuando al día siguiente Seta se presentó de nuevo ante el rey, dejó maravillado a éste por su petición sin precedentes.
--Soberano, dijo Seta, manda a que me entreguen un grano de trigo por la primera casilla del tablero de Ajedrez.
--¡Un simple grano de trigo?, espetó sorprendido el rey.
--Sí, soberano. Por la segunda casilla ordene que me entreguen dos granos; por la tercera, cuatro; por la cuarta, ocho; por la quinta, dieciséis; por la sexta, treinta y dos…
--¡Basta!, interrumpió irritado el monarca, recibirás el trigo correspondiente a las sesenta y cuatro casillas del tablero de acuerdo a tu deseo: por cada casilla doble cantidad que por la presente, pero has de saber que tu petición es indigna de mi generosidad y al pedirme tan mísera recompensa menosprecias irreverentemente mi benevolencia, en verdad que, como sabio que eres deberías haber dado mayor prueba de respeto ante la bondad de tu soberano. Retírate, mis servidores te sacarán en un saco el trigo que solicitasteis.
Los matemáticos de la corte hubieron de trabajar intensamente en calcular la recompensa de Seta, quien quedó aguardando a la puerta de palacio. Sólo al amanecer del siguiente día, el matemático mayor de la Corte solicitó audiencia para presentarle al rey un informe muy importante:
--¡Oh, Señor!, hemos calculado escrupulosamente la cantidad de granos que desea recibir Seta, resulta una cifra tan enorme...
--Sea cual fuera su magnitud, lo interrumpió el rey con altivez, mis graneros no empobrecerán, he prometido darle esa recompensa y por lo tanto hay que entregársela.
--Soberano, no depende de su voluntad el cumplir semejante deseo, sino que en todos tus graneros no existe la cantidad de trigo que exige Seta. Tampoco existe en los graneros de todo el reino, hasta los graneros del mundo son insuficientes. Si deseas entregar sin falta la recompensa prometida, ordena que todos los reinos de la Tierra se conviertan en labrantíos ["campo o tierra de labor"], manda a secar Mares y Océanos, ordena fundir los hielos y las nieves que cubren los lejanos desiertos del Norte, que todo el espacio sea totalmente sembrado y se ordene entregar toda la cosecha obtenida a Seta. Sólo entonces recibirá su recompensa.
--¡Dime cuál es esa cifra tan monstruosa!, dijo el rey, reflexionándolo.
--¡Oh, Soberano!, son dieciocho trillones cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones setenta y tres mil setecientos nueve millones cincuenta y un mil seiscientos quince. [18.446.744.073.709.051.615; o lo que es lo mismo dos elevado a la potencia sesenta y cuatro. La recompensa del creador del ajedrez, debería ocupar un volumen aproximado de 12.000.000.000 M, o lo que es lo mismo 12.000 Km3].
El ajedrez representa en sí el Juego de la Vida. La vida es un tablero de ajedrez, en la cual cada uno de nuestros actos es una jugada. Si nuestras jugadas son buenas, inteligentes y oportunas, el resultado será el éxito, la salud y la longevidad. Si por el contrario nuestras jugadas son hechas de mala fe, egoístas e inoportunas, el resultado será el fracaso, la enfermedad y la muerte.
Si analizamos numéricamente la cantidad de escapes en un tablero, nos hayamos con sesenta y cuatro, que para efectos cabalísticos nos da un total de diez y representa la ley de recurrencia, la retribución, la rueda del Samsara, las fuerzas evolutivas.
La cantidad de escapes blancos es de treinta y dos, igual a cinco. La ley del Dharma. En lenguaje místico, de la luz. Cuando debutamos en el tablero de la existencia nos reciben las fuerzas blancas, o sea los galenos con sus batas blancas, nos dan la bienvenida, en señal de que empezamos a evolucionar.
Como quiera que nada en la Naturaleza está estático, llega el momento en que se fracasa y caemos en el amparo de las fuerzas involutivas. La cantidad de escapes negros es de otros treinta y dos, igual a cinco, la ley del Karma en el lenguaje místico de las tinieblas, la decadencia, la defunción, la muerte.
El bien y el mal no existen. Una cosa es buena cuando nos conviene y mala cuando no nos conviene. El bien y el mal es cuestión de conveniencias caprichosas de la mente. (El hombre que elucubró los fatídicos términos Bien y Mal, fue un hombre llamado Makari Kronvernzyon, miembro distinguido de la científica sociedad Akaldana, en el sumergido continente de la Atlántida. Jamás sospecharía el Viejo Sabio arcaico el daño tan grave que iba a causar a la Humanidad con la elucubración de sus dos términos.)
Cuando enfocamos el juego en los aspectos militares, los peones, sobre todo en las Cortes medievales, simbolizan los soldados del rey; base de los planes del peón para que avance, es un germen de debilidad que se crea. Los ocho peones: ocho Virtudes de la Madre Devi Kundalini, que son: Comprensión, Voluntad, Verbo, Recto pensar, Recto sentir, Recta manera de ganarnos la vida, que haya Paz y que haya Amor. También nos representa el arcano ocho del Tarot (o sea el Patrón de medidas). La Justicia, cada uno de nosotros luchando contra los contratiempos. Los movimientos son muy limitados; las sombras de pecado de aquel rey interno de cada uno.
Las Torres simbolizan el estado de alerta Percepción y de alerta Novedad.
Los Caballos representan la Osadía y el valor para eliminar el Miedo. Sus movimientos describen la escuadra y el compás, tan importante en los estudios masones, movimientos en forma de L que en sistema de numeración romana tiene un valor de 50, descomponiéndolo nos está indicando la Ley en Rigor.
Los Alfiles, que en las Cortes medievales se conocían con el nombre de Obispos y eran quienes más cerca estaban al Rey, alegorizan las Lanzas, la Urania Venus de los Griegos...
El Rey representa la Sabiduría, nuestro Real Ser, la estrella interior que siempre nos ha sonreído.
Todo el juego del ajedrez consiste en colocar al Rey en una situación tal que no pueda moverse y es entonces y sólo entonces cuando se le da muerte. O Jaque Mate. Sabido es que terminada una partida de ajedrez, se puede iniciar una u otras, según los acuerdos de los contrincantes, pero el rey, sigue siendo el rey y no cambia, así es nuestro Real Ser, es lo que ha sido, lo que es y lo que será.
(Por cierto, es de anotar que algunos valores que he dado a las fichas, no son los valores clásicos, sino esotéricos.)
Llegamos a la Reina Dama, que no podría faltar en el tablero de la existencia y en el ajedrez, el elemento femenino, el principio universal de la vida, la cual resplandece en toda obra. Dios mismo es el Rey desdoblado en Mujer, el eterno amor que fluye y refluye en todo lo creado. Desde niños añoramos sus ternuras porque ella es la otra mitad de nuestro Ser y viceversa. Sin la Dama en una partida de ajedrez nos sentimos sin el poder supremo, estamos perdidos.
Si hacemos un estudio trascendental de las diferentes culturas, vemos como detrás de la gloria de los Grandes Hombres Ilustres, siempre ha estado la Mujer. Un Gran Maestro dijo: el sumun de la belleza es la Mujer. La naturaleza, la música, las flores, un paisaje, un niño nos conmueve, pero la mujer, no sólo nos conmueve sino que nos atrae, nos inspira y nos provoca.
La libertad de los movimientos de la Dama en un tablero de ajedrez es formidable, los valores fundamentales del ajedrez son el tiempo, o sea la rapidez para realizar los planes, espacio, dominio del mayor número de defectos si los proyectamos de jugada en el ajedrez y son bien hechos y con fuerza suficiente, si el desarrollo y las circunstancias han sido buenas, el resultado será la Victoria.
En la vida el hombre se enfrenta con innumerables problemas, cada persona necesita saber cómo resolver cada uno de estos problemas, inteligentemente. Todo ajedrecista sabe que toda solución está en el problema mismo, siempre que haya tranquilidad y equilibrios perfectos entre la mente, la emoción y el centro motor.
En el mundo existe una enorme masa de personas a quienes se les ha proporcionado todos los elementos para triunfar en la vida, pero carecen de hábitos y de capacidad de o para razonar lógicamente, porque se puede asegurar que todos los seres humanos somos fichas de ajedrez en el tablero de la vida; y sobre nosotros están seres superiores, que unas veces dan apoyo a las fichas negras y otras a las blancas.
Cada uno de nosotros en estos momentos está volviendo a repetir la misma partida de su vida anterior, más las consecuencias, buenas o malas, bajo los efectos de la Ley de Recurrencia. Jugadores inconscientes que no hemos aprendido a jugar inteligentemente y que nuestro destino no lo decide un solo propósito, sino miles y miles de agregados psicológicos. Todos los seres humanos sin una enseñanza superior, somos como una partida de ajedrez sin peones, cortos de inteligencia y con muchas limitaciones que ignoramos que dentro de nosotros existen terribles posibilidades que debidamente desarrolladas nos llevarían a la victoria final. Nos invita pues, la Gnosis mediante el juego ciencia, a ser verdaderos jugadores inteligentes y conscientes, como también para mover dentro de fuerzas superiores ignotas, que harán de nosotros Hombres reales y verdaderos.
Recordad, pues, que el Rey y la Reina simbolizan al hombre y a la mujer, trabajando en la gran obra. Los alfiles, son la Lanza y la Guadaña, simbolizando de esta manera a la Madre Divina fabricando Cuerpos y desintegrando Defectos. El Caballo simboliza la fuerza que se va adquiriendo a través del trabajo con la energía sexual transmutada, simboliza también la inteligencia, la amistad y el triunfo. Las Torres simbolizan el Cuerpo Astral y Mundo Mental. Los Peones indican las ocho Virtudes que debemos conquistar para poder ser aceptados. El Tablero es el Juego de la Vida y no sabemos si estamos jugando la última partida. Los Cuadros (negros y blancos), lo positivo y negativo. El equilibrio en todo. Unas veces nos dan fuerzas las negras y otras veces las blancas.
De la palabra ajedrez, simbólicamente vemos la balanza de la Justicia Cósmica así: la A, el agua (o sea, Karma). La Z, el fuego (o sea, Dharma). La D el equilibrio que se debe tener en todo y así lograr realizarnos. Si descomponemos más las letras, veríamos lo siguiente: La J simboliza el Bastón de los Patriarcas. La E simboliza los Cuatro Elementos de la Naturaleza, la Esfinge del Egipto milenario, el Verbo... La R, el fuego Sagrado del Espíritu Santo.